
Este aplastante dominio, que se suma a la irrupción en las categorías de honor del sumo de un gran número de figuras foráneas, ha sembrado la inquietud en Japón sobre el futuro de un deporte que es venerado como un icono de la cultura nipona.
El coloso mongol no pudo controlar la emoción y nada más derribar a Kaio, una de las esperanzas japonesas, se echó a llorar, mientras el público celebraba la gesta lanzando sus almohadillas al 'dohyo' (cuadrilátero).
'Lo conseguí', afirmó con la voz entrecortada y los ojos enrojecidos y cegados por los focos de las cámaras de televisión.
'Como luchador, ganar hoy era lo más importante de mi vida. Nunca había sentido tanta presión', agregó Asashoryu, a pesar de que mañana domingo, último día del torneo, tenía otra oportunidad para rubricar su hazaña, debido a la ventaja con la que afrontaba el duelo respecto a sus rivales más cercanos.
Con su triunfo en Fukuoka, en el sureste del país, Asashoryu también se ha convertido en el primero en ganar todas las grandes citas de la Copa del Emperador en un mismo año, desde que se instauró el calendario con seis torneos anuales en 1958.
Y al mismo tiempo se ha coronado como el luchador con el mayor número de combates ganados en un año en la historia de este deporte, al desbancar a Kitanoumi, quien en 1978 sumó 82 victorias.
Dolgorsuren Dagvadorj, conocido popularmente por su nombre de guerra, Asashoryu ('dragón azul del alba'), basa su éxito en su rapidez de reflejos y movimientos, que complementa con una buena técnica de lucha y una gran dosis de descaro.
Esas son las armas que utiliza para superar a los gigantes del sumo, puesto que él está considerado como menudo y liviano dado que mide 1,84 y pesa 140 kilos.
En el sumo no existen divisiones de peso, sino de excelencia. En la primera división o 'Makuuchi', Asashoryu, con 25 años, es en estos momentos el único 'Yokozuna' (máxima categoría) en liza.
Ningún japonés ha mostrado en los últimos torneos la calidad y las prestaciones necesarias para aspirar a corto plazo a esa distinción.
En cambio, en la abultada nómina de luchadores extranjeros asoma la alargada figura del búlgaro Kaloyan Mahlyanov, cuyo nombre japonés es Kotooshu ('arpa europea'), un gigante de 2,04 m. y cerca de 150 kilos, que se permitió el lujo de vencer este año a Asashoryu en dos combates.
El pasado septiembre, Kotooshu, de 22 años, estuvo a punto de convertirse en el primer europeo en adjudicarse un gran torneo de sumo, pero el rey mongol se lo impidió en un emocionante desempate final.
Por el sumo japonés han pasado luchadores de otros países desde la II Guerra Mundial, entre los que destacaron el hawaiano Akebono o el samoano Musashimaru, pero nunca el dominio había sido tan abrumador.
Además, el número de contendientes extranjeros se ha doblado en los últimos cinco años.
En el torneo de Fukuoka que ha encumbrado a Asashoryu, se inscribieron otros 58 luchadores foráneos procedentes de 12 países, la mayoría del este de Europa, repúblicas ex soviéticas y Asia.
Sólo un luchador foráneo
Para controlar esta oleada, la Federación japonesa de sumo impuso hace dos años una cuota máxima de un luchador foráneo por cada 'heya' o centro profesional de sumo, lugar de partida obligatoria para todo aquél que quiera competir en Japón.
El cupo se halla prácticamente completo, puesto que en la actualidad, de las 54 'heya' existentes, sólo cinco no cuentan con un extranjero y cuatro de ellas no tienen la intención de abrir sus puertas a un luchador de otro país, según la agencia de noticias Kyodo.
Las opiniones difieren en Japón sobre la conveniencia o no de abrir totalmente las fronteras del sumo a los luchadores extranjeros.
Según el diario Asahi, 'la cuota se debería ampliar si la comunidad del sumo quiere seguir contando en el futuro con un cierto número de figuras extranjeras. Eso contribuiría a mejorar la calidad de los combates y a fortalecer el negocio'.
Sin embargo, la mayor parte de los oficiales de la federación japonesa de sumo difieren y apoyan la restrictiva medida, de acuerdo con Kyodo.
'Si aceptamos progresivamente más extranjeros, la tradición que hemos logrado preservar se hundirá', afirmó recientemente el presidente del organismo y antiguo 'Yokozuna', Kitanoumi.